23 de mayo de 2011

Juan Pablo II

El caso Carrizo trae tela para cortar. De ser el Santo de devoción del Mundo riverplatense a estar en el ojo de la tormenta por dos errores consecutivos que le cuestan la pérdida de 4 puntos a River en la lucha de abajo. Este título sugiere ambas cosas. Por eso, nos sumergimos en la estadía de JP en la entidad de Núñez.

Pilar fundamental, en el campeonato obtenido en el 2008 bajo la conducción de Simeone. Desde allí, Juan Pablo Carrizo fue el arquero mimado de la gente. El hombre que desde sus aptitudes bajo los tres postes y mas allá de los mismos, siempre transmitió una personalidad por lo menos imponente ante los sofocones que sufría ese equipo tan vertical que proponía el Cholo. A matar o morir jugaba el elenco que mandaba desde el banco el ex jugador de la Selección Argentina. Y en ese ir y venir, Carrizo era el que quedaba mas expuesto ante el ataque rival. Pero con su simpleza y certeza, con su agilidad y panorama, lograba aminorar el peligro a cero para que su River, el River que el hoy sigue queriendo como siempre, esté tranquilo en el arco propio.

Los que se jactan de saber de fútbol dicen que los equipos se arman desde atrás hacia adelante. Y eso planeó Juan José López en este camino de River por la cornisa del descenso. El paso del arquero por el Zaragoza entre una etapa y otra fue con más pena que gloria, terminando en el banco y sin chances de sumar minutos en lo que algunos consideran la mejor liga del Mundo (más hoy con el Barcelona). Se trajo al uno que quería la hinchada, que quería el presidente y que en su momento quiso Cappa. Pero Jota Jota, con el barco que dejó Ángel a la deriva, se armó de coraje para reanudar un sendero de puntos que River no podía dejar escapar por nada del Mundo. La pelea de abajo era seria y López la tomaba como tal.

La llegada de Carrizo, más el estandarte de Almeyda, agregando la voluntad constante de Mariano Pavone hacían creer que el tema del descenso, al menos para el hincha, sería pasajero. Aparejado con el correr de los partidos, con la sumatoria interesante de puntos obtenidos por este equipo escaso en la ofensiva pero sólido en la mitad propia del terreno (Maidana, Ferrero y Román), le bastaba para ser el puntero del campeonato, en un torneo de lo más mediocre en cuanto al fútbol demostrado (hoy en día Vélez ofrece algo muy lindo de ver afrontando doble competencia, para el aplauso... ¿Los demás no podrán hacer esto? ¿Tanto es el miedo a perder? En fin esa es otra discusión). Y Juan Pablo Carrizo, en este funcionamiento cuidadoso de JJ, supo responder con creces en las primeras 12 fechas, con tres o cuatro partidos en los que sus intervenciones fueron vitales, claves para que el Millonario conservara el arco en cero, un empate o la victoria que estaba amasando.

Fecha 13, partido contra All Boys. Carrizo y su amor propio lo mandan al área a cabecear. Lo hace cualquier arquero en situación de desventaja sobre la hora del partido. Ya perdía 1-0 con gol de Gigliotti, y la necesidad (¿Nesedad?) del Uno lo llevó a ir hacia el área del Albo. Lo malo fue que casi no piso el área grande cuando ya caía el centro. La jugada derivó en un rechazo y corrida de Juan Pablo Rodríguez que se fue derechito al arco y a toda marcha, y ante el apuro de Lanzini y Almeyda sobre la raya definió bien, asegurándola.

Fecha 14, superclásico. Carrizo casi no había tenido intervenciones hasta el minuto del primer gol (27). El centro de Mouche cae en el área (él esta distraído por un forcejeo con Chávez), Monzón dice rozarla, JP calcula mal, le hace algo raro la pelota y con su mano/rodilla, la termina metiendo dentro de su propia valla. Era el 1-0 para Boca y luego vendría la genialidad de Martín Palermo para el 2-0 final, en el que Carrizo no tiene responsabilidad alguna. Obviamente el blooper fue burla de todos los hinchas de Boca. Esto, agregado a lo de la jornada número 13 de este Clausura, fue el hazmerreir de todos los Xeneizes al grito de "anda a cabecear Carrizo" o bien coreando su nombre.

Justo le pasa todo esto, cuando el Checho Batista le da el voto de confianza y lo pone a entrenar con la Selección Argentina. Después de ese 6-1 en la altura de Bolivia contra los hermanos bolivianos, JP fue borrado del equipo y se lo criticó duramente (fue el mejor del partido del lado albicelete. Si él no estaba terminabamos 10-1 tranquilamente. Los diarios lo puntuaron con 6 y 5 pts imaginense). Pero a Juan Pablo lo estaba esperando Sergio Batista para darle la palmada y darle la bienvenida nuevamente con la Celeste y Blanca. Pero Carrizo tendría aún un capítulo más horrendo en su pesadilla de partidos.

Anoche, ante San Lorenzo nuevamente en el Monumental. Los hinchas lo recibieron de buena manera. No hubo reproches por el gol que se comió en el clásico ni tampoco por ir a cabecear frente a All Boys. Promediaba la segunda mitad. River lo ganaba injustamente 1-0 (sólo la gran jugada del gol y un tiro de Lamela al pecho de Migliore, después poquísimo en ofensiva), y San Lorenzo tocaba mejor pero no inquietaba a Carrizo. De repente, Jonathan Ferrari saca un zapatazo desde poco mas de 30 metros en su primera pelota en el encuentro. El balón toma altura cercana al travesaño pero ingresaba si se la dejaba pasar. JP decide poner sus dos manos para tomarla. La pelota no es contenida, se le levanta tras tratar de amortiguarla, y se le va por encima de su humanidad para el 1-1 cuervo. Impensado para él, sorpresivo para Ferrari (el de San Lorenzo), y desilucionante para la gente. Y la peor jugada para la gente vendría después. Queriendo demostrar personalidad y frialdad, intentando remendar el error, decide querer gambetear a Romagnoli (se corrió todo y fue el mejor por lejos del partido). Pero Leandro no siguió de largo, no se comió el amague, y JP tuvo que improvisar ante el parate cardíaco de todo River, salió hacia un costado cuando arremetía Salgueiro (si la robaba, le faltó poquísimo era gol cantado).

Estos tres o cuatro desaciertos de Carrizo (lo digo por cómo terminaron), le generó una singular salida de la cancha anoche. Sin querer que nadie lo contenga ni lo acompañe, saludó a Jota Jota (que lo esperó), se sacó de encima al Pato Fillol (entrenador de arqueros y símbolo de River y el fútbol argentino), y enfrentó solito a la dura San Martín: por un lado hubo reproches, insultos y silbidos. Pero por otro aplausos. Y en ese camino se besó el escudo de River (imitando algo de lo que hizo Almeyda cuando se fue expulsado del Súper de cara a la hinchada de Boca en la Bombonera).

Si de algo estoy completamente seguro es que Carrizo ama al club mas que muchos de los que lo insultan o hasta de los que lo aplaudieron. Nació en River futbolísticamente, le debe su estadía en Europa a lo que hizo en el club, y volvió para ponerse el overol. Se lo puso, salvó partidos increíbles con intervenciones fenomenales. Ahora, en un mal momento general (justo no jugaron dos abanderados como Maidana y Almeyda), Carrizo tuvo su peor noche en la cancha de River. Quizás no la olvide nunca. Quizás los hinchas tampoco. Pero lo que nadie debe dejar de lado es que Juan Pablo sigue siendo el Santo de River. Sin él, el destino del Millonario estaría aún mas empobrecido que el actual (en promoción pero a un punto tan sólo del Arse y Tigre). El hincha de River tendrá que entender que la situación no es simple para nadie, ni siquiera para los iconos de este equipo que obviamente, sienten la presión de a esta altura generar el milagro de la permanencia.

Carrizo es el mejor arquero del fútbol argentino, lo sostengo, y tendrá su partido el miércoles con la Albiceleste ante Paraguay (en Chaco) y espero, confío, y pienso que será su momento para dejar los fantasmas de lado y demostrarle a la gente por qué el Checho puso su voto en él.

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