10 de julio de 2014

LOS PATRIOTAS

Al mando del General Mascherano, y con Romero en los penales excepcional, la Selección de Sabella llega a una nueva final del Mundial, con soldados dispuestos a todo por esta camiseta, capaces de afrontar al más temible de los ejércitos, el alemán, en la definición del domingo en el Maracaná.




Sargento Romero, el desvalorizado por no estar activo en este año de poco rodaje para él, héroe de una tanda de penales inolvidable, rememorando la que hace 24 años consiguió gestar Goycochea. Chiquito se hizo gigante en un Arena de San Pablo que lo mostró firme, descomunal, sereno y fantástico conteniendo la mitad de las ejecuciones naranjas. Messi, Garay, Agüero y Maxi, en ese orden, los artífices del triunfo en los doce pasos de nuestro equipo.



Una guerra táctica se dio en los 120. Piezas moviéndose al compás de un jostick que no quería equivocarse, de un lado y del otro. Bien planteado por ambos DT, excelentemente ejecutado por sus jugadores. Faltaron chances de gol, verticalidad y explosión en ambos equipos, pero todo fue producto de una perfección esquemática pocas veces vista en los Mundiales, sin margen para el error. Algunos destellos de Robben, sobre todo ese del final en el que escapa a Demichelis (ya amonestado lo deja pasar), que lo pone cara a cara con Romerito, que trata de esperarlo y achicar su definición, pero apareció el capitán sin cinta de este equipo, Mascherano, para mandarla al corner en un cierre que nadie olvidará.


Messi a cuentagotas por el gran planteo holandés, pero siempre ingeniándoselas para dar algo distinto, el Pipa queriendo ser partícipe pero poco pudo hacer a pesar de tener una chance clara, la cual fue anulada por un supuesto offside. Lavezzi solidario, Biglia comprometido, Enzo Pérez demostrando todos sus argumentos futbolísticos para saber por qué estaba él en cancha y no otro. Tremendo Rojo, siempre opción de salida Zabaleta, impecables Garay y Demichelis. En el balance, Argentina había hecho un gran partido. Palacio y Agüero entraron y el primero tuvo en su testa la chance soñada en el alargue, el apuro y Cilessen lo engañaron y su cabeza no elevó demasiado la pelota. También entró la Fiera cuando la cosa se había puesto cansadora, los minutos corrían y las piernas estaban cada vez más pesadas. A los penales, después de un parto que no hacía nacer tras dos horas de juego, al segundo finalista del Mundial.



Y en esa suerte de los duelos jugador-arquero, sin Tim Krull que no pudo ingresar porque Van Gaal ya había hecho las tres variantes. Y los nuestros no fallaron, y los de ellos sí. Así de simple, así de complejo. Así de angustiante, así de emocionante, así de fenomenal, así de soñado, así de perfecto, así de interminable. Maxi Rodríguez, el autor del último penal, desató la locura en San Pablo, en Buenos Aires, y en todas las ciudades del Mundo donde un argentino revoleó su camiseta.



Desde las alas de un General Mascherano, comandando la proeza futbolística más maravillosa de los últimos tiempos, terminando con los fantasmas absurdos de un ejército que se la juega a morir. Con el mejor del Mundo, el craneo más importante de este deporte, con un arquero enorme cuando todos lo trataban de Chiquito. Con un Rojo que lejos estuvo de ponerse colorado en este Mundial. Demichelis haciéndose cargo de secundar al Jefe desde el fondo. Con un Sabella que siempre supo qué hacer y ante quién hacerlo. Méritos sobran, fútbol no tanto. Pero a Argentina le alcanza, le sobra alegría, para estar en la final, sin el Ángel que acompañó de afuera y que es tan pero tan importante. Di María, el hombre ausente presente en su sufrir desde el banco. Holanda, hasta acá llegaste, ocupate de Brasil, que de los alemanes, se van a encargar ellos. Los Patriotas, los héroes de un 9 de julio de 2014, 198 años después vuelven a hacer una imágen soñada para todos nosotros.


El domingo, a las 16, frente a la Alemania con la que todos temen jugar, pero que nosotros vamos a enfrentar. Ustedes son el orgullo de todos nosotros, pase lo que pase, venga lo que venga. Coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir. Ahi vas Argentina, por ese sueño, que está a un paso, a la vuelta de la esquina.

25 de marzo de 2014

Mi amor por Messi

El cariño que le tomé a uno de los exponentes más importantes de la historia del fútbol data de no tanto
tiempo. No sentía este sentimiento años atrás. No me pasaba querer, desear, anhelar que gane todo, hasta en las competencias más íntimas de su vida, que sea un ganador. Aunque, ya lo es por sí sólo, porque es capaz de ser tapa de todos los diarios y revistas del Planeta, que todo el Mundo quiera su camiseta, saludarlo, tomarse una foto, darle su palabra de aliento. Y ahí está él, dispuesto a convivir con todo eso. Y no sé que cambió en mí para empezar a quererlo, a aplaudir cada golazo y a quedar embobado cual niño que ve su juguete favorito

Mi amor por Messi va más allá de ser argentino. Fue un vendedor que se encargó de convencerme de que tengo que comprar todo lo que me vende. Me vende ser humano, ser padre, ser hijo, y ser amo y señor de la cancha cada vez que la pisa. Me vende un bajo perfil, me retrata una vida tranquila dentro de una vorágine tremenda que cualquier otro terrestre sería incapaz de sobrellevar como Él lo hace. Marca la diferencia desde su simpleza, desde su prestancia para afrontar todo: viajes, comerciales, notas, compromisos sociales o benéficos, partidos. Ser Messi no es fácil, y mucho menos sostenerse en ese andar.

Mi amor por Messi escapa cualquier maniobra realizada en cancha, a cualquier funcionalidad dentro de un sistema táctico empleado por Tata Martino o Alejandro Sabella, pasa por otras cuestiones. Por ser elegante en su vida privada, por ser marido, por ponerse a cocinar teniéndolo todo, porque tiene con qué ser ejemplo en un montón de cuestiones que lo hacen adorable y admirable. Pero si de fútbol se trata, Él te puede convencer de que los records están para romperse, los premios para ganarse, los goles para hacerse, los elogios para recibirlos, los balones de oro para coleccionarlos y que su vida futbolística pareciera inoxidable. Su visión de juego son capaces de poner en jaque al Mundo esperando su certera resolución, con un pase magistral, con una definición lujuriosa o con un sombrero al defensor más duro de todos. Messi tiene todo: gambeta, velocidad, precisión, inteligencia, lectura, ritmo, pausa, juego, solidaridad, compromiso, talento, magia, o lo que sea que se pueda expresar con la esférica, Él lo puede hacer.

Mi amor por Messi no es desde purrete en Newell´s o desde sus primeros pasos en Barcelona. Mi amor es contemporáneo, no tanto como su hat-trick en el Bernabéu, pero sí data de pocos años. Entendí a Messi, saqué mis prejuicios a un lado, comprendí cómo es vivir en sus piés, de alguna manera, creyendo en lo que dice y en lo que hace. Coroné cada uno de sus triunfos y lamenté las pocas derrotas que alguna vez este ganador ha tenido. Porque más allá de todos los que duden de su entereza, de sus ambiciones y de profesionalismo por no cantar el himno, Él es mucho más que cualquier agravio. Es más grande que todo y que todos, en sus 1,69mts.



Mi amor por Messi quiere que gane el Mundial, para Él mismo, lo merece más que cualquiera y así eliminar los últimos fantasmas que rondan sobre su ser, porque pareciera que esa es la prueba de fuego que debe superar para ser un grande de la historia, aunque no sea así. Nadie es amado en todo el Planeta, es muy difícil lograr un consenso global, pero Lio está logrando eso, desde su humildad y talento, desde su furia y precisión en cada arranque en velocidad, desde cada pelota clavada en el ángulo, desde cada penal perfectamente pateado, tiro libre o jugada en movimiento, desde cada pase bien devuelto, cada pared, gambeta, destello de luz en un fútbol iluminado por su persona, desde sus declaraciones y su caminar por la vida como si todo fuese natural, que la efervescencia le pasa cerca, pero no lo afecta. Perdón Lionel, por haberte juzgado sin conocerte en un tiempo en el que no supe valorarte. Hoy sé la clase de jugador que sos y lo capaz que sos. Como persona se trasluce en su transparencia todo lo que es.


Hace Lio, lo seguirá haciendo, y seguramente su revoloteo no deje títere con cabeza, pero dejará a mi corazón enamorado y a los corazones del Planeta entero apasionados por su fútbol para siempre, para Thiago y para los que vendrán después y entenderán de lo que se trata, este amor por Messi.