12 de diciembre de 2016

Jerarquía, potrero y algo más

Carlitos Tévez ha sido factor decisivo en una mejorada versión del superclásico llevado a cabo en el Monumental de Núñez. Con el alma, con el corazón y con el fútbol, dio vuelta el resultado para que Boca festeje y sea líder del campeonato, superando la línea de Estudiantes de La Plata. 



Avivada en el primero, pase certero y a cobrar. Yéndolo a buscar en el empate, como si supiera con un olfato de goleador que la pelota le iba a quedar (gol Palermeano). Y el 3-2 parcial, una joya de calidad pura, tanto de esos que se ven en las grande ligas europeas, transportado a la realidad del fútbol argentino.

Mirá si tiene motivos Carlitos para creer que éste fue su mejor River-Boca / Boca-River de su extensa trayectoria como futbolista profesional. No es para menos, el Apache supo ser quien abriera el encuentro y quien lo diera vuelta en favor de sus colores, para sorpresa de más de uno y como quizás esperaban con el puño apretado los que se suelen vestir de azul y oro. Tevez es eso, es potencia, jerarquía, potrero y estética puestas en un mismo dorsal: el número 10, que dicho sea de paso no le viene quedando grande ni mucho menos.



Movimiento casi cancino hacia el lateral derecho esperando a que Gino Peruzzi pasara, la distracción letal. El conductor que tiene hoy en día Boca recortó hacia adentro provocando una diagonal hacia el centro de la escena, obnubilando a las casacas riverplatenses de tal manera que Walter Bou quedara solo y con un pase de cachetada prácticamente, lo pusiera mano a mano con el grito sagrado.



La pelea él mismo en mitad de cancha y la pone por aire. Walter Bou intenta devolvérsela pero realmente se le va larga, también de forma aérea. Augusto Batalla asume el riesgo de salir de su hábitat rectangular para quedarse con ella. Tevez va. Tevez la corre, de todas formas, no dándola por perdida ni aún perdida. El 1 millonario duda y le queda baja para cabecearla y alta para despejarla con el pie, el 10 de Boca pone el cuerpo sin cometer infracción y pega su brazo para evitar cualquier mala interpretación de sus intenciones. Le queda servida y ante el cierre de Arturo Mina la coloca suavemente al costado del primer caño para salir a celebrar el empate.



Cuando el partido entraba en una meseta, en donde quizás ninguno de los dos quería irse derrotado, aparece ése actor de reparto que Boca encontró en el banco, Ricardo Centurión, que apiló gente y cedió al corazón de la medialuna para Cristian Pavón. El 7 quiso acomodarse para rematar pero no tuvo espacio. Allí estaba Carlitos esperando recostado sobre la izquierda. Cesión para él y golón para encuadrar.

Prendido desde el inicio. generador de las mejores maniobras colectivas de Boca en el encuentro, Tevez fue pieza de total injerencia en el resultado final. Fue un 4-2 gestado por él y hecho realidad. El Jugador del Pueblo nunca fue tan brillante en un superclásico como en la tarde calurosa de ayer en Núñez, para estirar a 10 la diferencia en el historial, para ser líder del certamen local y para escribir una historia más de esas que el hincha no olvidará.

Carlos Tevez, ése hombre que es capaz de hacer cosas que se ven mezcladas entre la picardía y el talento que solo en un tipo como él pueden rendir y explotarse de tal manera. Con el alma, con el corazón y con el fútbol, el Apache entendió cómo jugar este partido y le saco hasta el máximo jugo posible a un duelo atrapante y con final feliz para los suyos. Según sus propias palabras: "TODO VOLVIO A LA NORMALIDAD".