29 de mayo de 2009

Historias de Vida- Claudio Tamburrini


La atajada que definió su vida


Aunque realmente parezca un guión de cine. El calvario que soportaron Claudio Tamburrini y sus compañeros, no es más que la vida misma y en la siguiente nota contamos detalles y verdades desde una mirada más que autorizada.


La historia de Claudio Tamburrini comienza a tomar relevancia el día 23 de noviembre de 1977 cuando es secuestrado por un “grupo de tareas” y es llevado a la Mansión Seré en Morón, provincia de Buenos Aires. Recordemos que la Argentina se encontraba en pleno proceso militar. Dicha casa fue cedida por el intendente Cacciatore a la Brigada aérea de Morón, pero a partir del año 1977 se comenzó a usar como uno de los centros más importantes de detención de la dictadura.

Por esos años Tamburrini llevaba una vida tranquila, donde tenía dos grandes objetivos, por las tardes entrenaba en el puesto de arquero en Almagro y durante la mañana y la noche estudiaba filosofía. “Eran dos vidas que no se comunicaban entre sí, porque yo no hablaba de un mundo en el otro. Mi proyecto personal era seguir con el fútbol a ver si podía lograr cierta trascendencia en eso, y a la vez llegar a doctorarme en filosofía”. Sendas vidas quedaron por 120 días en un triste y angustiante “stand-by”, ya que fue secuestrado por su militancia universitaria. De esta manera empezó su historia en la Seré. “Después de los primeros días de detención me pasaron a un cuarto donde había otras personas”. En esa habitación conoció a Guillermo, Jorge y Alejandro. Hasta que un día se llevaron a Jorge y Alejandro: “Creíamos que ahí nos iban a poner a disposición

del PEN (Poder Ejecutivo Nacional)”, pensaba Claudio durante su detención. Pero esto no fue así porque durante el mes de febrero se enteraron por intermedio de Lucas (uno de los guardias) que sus dos compañeros habían muerto y a partir de ahí “tuve la convicción de que todo iba a empeorar aun más”.

Hasta que una tarde toman la iniciativa de fugarse. “Guillermo había encontrado debajo de su cama un clavo que sostenía el elástico y se encontraba medio suelto”. Vale destacar que se encontraban, desnudos y atados de pies y manos a la cama. Con lo encontrado “maniobrando logró abrir la ventana”.

Ese día no pudieron escaparse, por la sencilla razón que los guardias se encontraban todos merodeando la zona y porque todavía no se ponían de acuerdo todos para huir. Por eso la “gran fuga” se dilataba en el tiempo cada vez más. Cada vez que la patota entraba a la habitación era un momento de incertidumbre y miedo porque imaginaban su destino y cada vez lo veían más próximo.

“Había una broma recurrente que hacían los de la patota. Entraban y decían: ¿Quién es el arquero de Almagro? Yo, señor, contestaba, y ya me iba poniendo en guardia, porque por lo general me pegaban muy fuerte en la boca del estómago mientras decían: Atájate ésta. Alrededor del 20 de marzo entraron, nos pegaron a todos, pero en lugar del chiste, un tipo se paró a mi lado y me puso una pistola en la cabeza y dijo: Sabemos que están preparando una fuga”. Fue en ese momento cuando todos pensaron que llegaba su fin y decidieron adelantar la fuga para el 24 de marzo. Guillermo pudo zafarse de las sogas y desato a los demás. Caía una gran tormenta eléctrica que fue su gran aliada, ya que los helicópteros que los intentaban rastrear, ya fuera del predio, debieron volver a la base debido al clima. Consiguieron ropa y un teléfono. Al otro día fueron rescatados por uno de los padres de los fugitivos.

Comenzaba una nueva vida, porque él no veía que lo persiguieran pero sabía que su situación era delicada. “Las primeras semanas estuve en casa de gente amiga. Cambiaba de vivienda, de costumbres, manejé un taxi por un tiempo, y por supuesto no volví a jugar más al fútbol. Lo único que hice ligado a mi vida anterior al secuestro fue volver a la facultad, meses después, en diciembre de 1978, para rendir dos exámenes”. Aún en ese momento no

sentía su vida normal. Si lo pudo hacer…en Estocolmo (Suecia). Allí seguí jugando unos meses al fútbol en un club de primera hasta que me cedieron a otro donde ya no era profesional. Dejé el fútbol, porque en realidad no me divertía jugar de arquero: aquí era una manera de tener trabajo. Así que retomé los estudios y me metí de lleno en eso”. Tamburrini volvió a la Argentina para el juicio a las juntas militares luego de muchos años y su discurso fue clave para condenar a Orlando Agosti.

Es hasta el día de hoy que si le preguntan… ¿Qué hubiera pasado si no te fugabas? Claudio contesta diciendo: “Creo que me hubieran matado” y afirma que “lo que viví es una historia que, sabiendo el final, aceptaría volver a vivir”.

1 comentario:

  1. Exelente nota Matias. Como de costumbre, claro a la hora de elaborar una nota, tan claro como el panorama que tenés en el arco.

    Grande López. Seguí así, me gusta mucho como escribís y como llevas adelantes las notas.

    Abrazos!!!!!

    Hernán Acosta

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